¿Listo para olvidarte del papeleo?
Cuando compras una vivienda, hay varios gastos que suelen caer del lado del comprador. Entre los más comunes están:
> Notaría: El coste por la firma y redacción de las escrituras.
> Gestoría: Si decides contratar ayuda para preparar y revisar toda la documentación.
> Impuestos: Dependiendo de la comunidad autónoma y el tipo de vivienda, puede tocar pagar el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (ITP) o IVA.
Estos gastos pueden sumar una buena parte del presupuesto, así que mejor tenerlos controlados para no llevarse sorpresas.
El vendedor también tiene sus propios gastos, que pueden variar según el tipo de operación:
> Comisiones: Por ejemplo, la comisión de la inmobiliaria si se usa alguna.
> Plusvalía municipal: Un impuesto local sobre el incremento del valor del terreno.
> Cancelación de hipoteca: Si la vivienda tenía hipoteca, a veces hay que pagar para cancelarla.
Cada venta es un mundo, y estos costes pueden variar mucho dependiendo del caso.
En el 99% de los casos, los gastos se reparten tal como hemos explicado: comprador paga notaría, gestoría e impuestos; vendedor asume comisiones y otros gastos relacionados con la venta.
Aunque puede haber excepciones puntuales según el acuerdo entre las partes o circunstancias especiales, lo habitual es que esta sea la distribución.
Por eso, es fundamental dejarlo todo bien claro desde el principio y revisar el contrato para evitar malentendidos o sorpresas de última hora. Una comunicación abierta y un buen acuerdo evitan muchos problemas.