¿Listo para olvidarte del papeleo?
Imagina que acabas de comprar tu pisazo, descorchas el champán y… ¡zas! alguien te suelta: “¿Y ya tienes las escrituras?”. Cara de póker. ¿De verdad hace falta? Vamos a aclararlo.
Escribir las escrituras no es técnicamente obligatorio para ser propietario. Cuando firmas un contrato privado de compraventa, ya tienes derechos sobre la vivienda. O sea, el piso “es tuyo” aunque el papelito bendito del notario no exista todavía.
Peeeero… no todo es tan bonito. Si no escrituras y no inscribes tu compra en el Registro de la Propiedad, para el resto del mundo (bancos, futuros compradores, Hacienda…) la vivienda sigue figurando como del anterior propietario. Vamos, que legalmente “eres el dueño”, pero nadie se entera.
Porque las escrituras son tu chaleco antibalas legal. Te dan seguridad frente a terceros y dejan claro que esa casa es tuya de verdad (y a ojos de todos).
Si mañana el vendedor decide hacerse el listo e intenta venderlo otra vez, o si aparecen embargos, o si el banco tiene algo que reclamar… las escrituras y el registro son la prueba que te protege.
Traducción: no escriturar es como comprarte un Ferrari y no ponerle matrícula.
Puedes vivir en la casa igual, nadie te va a echar. Pero:
> No podrás venderla fácilmente (porque nadie querrá comprarte algo que “no aparece como tuyo”).
> Si quieres pedir una hipoteca, olvídate. El banco te pedirá la escritura sí o sí.
> Ante cualquier lío legal, vas desarmado.
Vamos, que no es obligatorio, pero es como no ponerte el cinturón: igual llegas bien… pero como haya un golpe, te la pegas.